«EL HERMANO ALEMÁN», DE CHICO BUARQUE

Un nombre rondaba mi mente desde hacía bastante tiempo. Aunque no me diese cuenta, ese nombre estaba dentro de mi cabeza. El responsable de ponerlo ahí fue Tales Jaloretto, quien hará una década me acompañaba por la noche de Madrid. Él venía de São Paulo, andaba por aquí especializándose en periodismo cultural, pero más aún vino para dejarme ese nombre dentro de mi cabeza. Debes leer a Chico Buarque, me dijo, así de imperativo. Fueron varias veces las que me lo dijo.

Yo, en ese momento, no tenía la menor idea de quién era el susodicho. Chico Buarque tiene hoy siete novelas, de las cuales cuatro se publicaron ya entrado el nuevo siglo, y las dos previas fueron traducidas sin demasiado eco aquí en España. Por entonces, en español creo que solo estaban traducidas Estorbo (1991; 1992 en español con Tusquets), Benjamín (1995; 2005 en español con Fondo Editorial Casa de las Américas) y ya, en el veintiuno, Budapest (2003; 2005 en español con Salamandra). Una más, la primera de todas, Fazenda Modelo (1974)ignoro si tiene versión española. La copia digital de esta última con que me hice es en el original portugués, que puedo leer sin demasiado problema. Esto es hoy. Pero yo, que en aquellos días hice mi pertinente búsqueda por Internet, encontraba a un compositor, cantautor y músico brasileño de samba y bossa nova, archiconocido, salvo para este ignorante de la vida que hasta dudó estúpidamente de que el cantautor se tratase del mismo Chico Buarque cuya lectura Tales me recomendaba. Esos títulos de novelas no aparecían en mi pesquisa; sí, estaba el texto de las canciones (pero Tales dijo claramente leer); letras que por supuesto eran alta poesía popular como aquella A pesar de você:

Hoje você é quem manda
Falou, tá falado
Não tem discussão
A minha gente hoje anda
Falando de lado
E olhando pro chão, viu
Você que inventou esse estado
E inventou de inventar
Toda a escuridão
Você que inventou o pecado
Esqueceu-se de inventar
O perdão Apesar de você
Amanhã há de ser
Outro dia
Eu pergunto a você
Onde vai se esconder
Da enorme euforia
Como vai proibir
Quando o galo insistir
Em cantar
Água nova brotando
E a gente se amando
Sem parar
Quando chegar o momento
Esse meu sofrimento
Vou cobrar com juros, juro
Todo esse amor reprimido
Esse grito contido
Este samba no escuro
Você que inventou a tristeza
Ora, tenha a fineza
De desinventar
Você vai pagar e é dobrado
Cada lágrima rolada
Nesse meu penar
Apesar de você
Amanhã há de ser
Outro dia
Inda pago pra ver
O jardim florescer
Qual você não queria
Você vai se amargar
Vendo o dia raiar
Sem lhe pedir licença
E eu vou morrer de rir
Que esse dia há de vir
Antes do que você pensa
Apesar de você
Amanhã há de ser
Outro dia
Você vai ter que ver
A manhã renascer
E esbanjar poesia
Como vai se explicar
Vendo o céu clarear
De repente, impunemente
Como vai abafar
Nosso coro a cantar
Na sua frente Apesar de você
Amanhã há de ser
Outro dia
Você vai se dar mal
Etc. e tal
Hoy eres tú quien manda
Se proclamó, así está proclamado
No hay discusión
Mi gente hoy anda
Hablando de lado
Y solo mira al suelo, vieron
Que tú inventaste este estado
E inventaste para inventar
Toda la oscuridad
Tú que inventaste el pecado
Te olvidaste de inventar
La piedad
A pesar de ti
Mañana será
Otro día
Te pregunto
Dónde te vas a ocultar
De la enorme euforia
Cómo vas a prohibir
Cuando el gallo insista
En cantar
El agua nueva brotando
Y la gente amando
Sin parar
Cuando llegue el momento
Mi sufrimiento
Te cobraré con intereses, lo juro
Todo este amor reprimido
Este grito contenido
Este samba en la oscuridad
Tú que inventaste la tristeza
Ahora, ten la delicadeza de desinventarla
Pagarás al doble
Cada lágrima vertida
En mi pesar
A pesar de ti
Mañana será
Otro día
Pagaré por ver
El jardín florecer
Aunque no querías
Estarás amargado
Viendo el día amanecer
Sin pedirte permiso
Y me moriré de risa
Pues este día llegará
Antes de que te des cuenta
A pesar de ti
Mañana será Otro día
Tendrás que ver
La mañana renacer
Y rezumar poesía
Cómo vas a explicarte
Viendo el cielo clarear
De repente, impunemente,
Cómo vas a ahogar
Nuestro coro que va a cantar
Frente a ti
A pesar de ti
Mañana será
Otro día
Las cosas te irán mal
Y así hasta el final.

Una maravilla, sí, pero yo no sabía si eran el mismo Buarque. No sé si puede haber muchos Chico Buarque, aunque hoy me suena tan tonto como a ti que lo lees, obviamente. No me es ajena mi propia tontería, tanto como para no importarme el declararla tan sencillamente. Pero, claro, vaya en descargo mío, hablamos de un hombre que en España ha empezado a sonar con fuerza literaria en esta última década, cuando ha dejado algo más de lado la música y se ha dedicado a conciencia a novelar; es de esta década la publicación y traducción de las novelas Leche derramada (2009; 2011 en español con Salamandra), El hermano alemán (2014; 2015 en español con Penguin) y Esa gente (2019; 2021 en español con Penguin). Aunque haya sido Premio Jabuti tres veces, y hace dos años recibió el  Camões, dado que tampoco sigo la estela de los premios literarios (apenas presto atención a los nacionales, con alguna excepción), no saltó el aviso de tarea pendiente en mi memoria. Para finalizar esta justificación de lo injustificable, tengamos en cuenta que entre el samba y yo hay apenas relación, por lo que, por el lado de la música tampoco sabía yo de Chico Buarque (y pido perdón al que vea en ello una herejía).

Y fue en estos últimos meses, leyendo alguna revista digital, que me encontré el nombre de Chico Buarque y resonó en mi cabeza con el acento y la voz brasileiros de Tales. Era un artículo que repasaba la carrera del autor con motivo del medio siglo de uno de sus álbumes más señeros, Construção, y que por vez primera unía a los que para mí eran dos Chico Buarque, el cantautor de bossa nova y el escritor al que no encontraba por ningún lado. Y en otro artículo, unos días después, se hablaba del próximo lanzamiento, en octubre de este año, de un volumen de cuentos suyo titulado Los años del plomo. Entonces sentí nuevamente el imperativo debes leer a Chico Buarque, tras cruzarme en dos ocasiones y apenas una semana el nombre que me dijeron diez años antes, y que seguía como tarea pendiente. Y busqué de nuevo y hallé que, al fin, eran el mismo, y que de pronto, había efectivamente tarea. Chico Buarque, el cantautor, tenía siete novelas.

Pero he de ser justo, cumplir el imperativo ha sido un placer. Mi entusiasmo de tener, al fin, a Chico Buarque en las manos, además de en los oídos, provocó que me saltara cierta regla no escrita que tengo: intentar leer cronológicamente a un autor que cae de nuevas en mis manos, por aquello de seguir a la vez su evolución literaria. Cierta regla que, justamente por no estar escrita, es la enésima vez que me salto, y que aún no sé por qué considero regla (quizás sea como los mandamientos, que mandan, y aunque en piedra, muchos no cumplen, y por eso existe la confesión). De todas las novelas de las que he hecho acopio, yo empecé por El hermano alemán, la penúltima en el tiempo.

Daré mi conclusión de antemano: deben leer a Chico Buarque. Sí, le doy la razón a Tales Jaloretto. No solo por esta novela, sino también por lo que llevo leído del resto, aunque no vaya a hablar de ellas en esta entrada (tendrán la suya). Aquí voy a contar los porqués de mi conclusión con El hermano alemán.

La novela se lee fácilmente, no es larga. Lo importante de esta obra está en los detalles. Por ejemplo, el juego que se trae con su propio género: se trata de una novela de autoficción. Son muchos los que se han quedado en esto, debatiendo sobre las verdades y mentiras de la propia vida de Chico Buarque. Los hay que censuran el género, que no soportan que alguien emplee su propia vida como materia ficcionada y adultere, cambie, añada y borre lo que le dé la gana. Argumentan aquello de los pactos: hay un pacto con el lector según se escriba biográficamente o se novele. Por el primero, dicen, el pacto conlleva que el lector creerá que el protagonista o narrador es el autor mismo, y que los hechos narrados son hechos realmente acontecidos, prisma bajo el que interpretará el texto; por el segundo, ya no hay identificación entre autor y voz narrativa o protagónica, y la obra se interpreta, no desde la veracidad del dato, sino simplemente desde la verosimilitud. El argumento defiende que en la autoficción se incurre en una contradicción de ambos pactos y el lector se desorienta.

Ahora bien, la obra de Chico Buarque se presenta como una novela en primera instancia, por lo que ya va advertido al lector de que, aunque se emplean elementos autbiográficos, no se trata estrictamente de una autobiografía. Sí, en efecto, el autor es Francisco Buarque de Hollanda y el protagonista-narrador es Ciccio de Hollander; es cierto también que el nombre del padre es el mismo, Sergio; que viven en Brasil, y que este último trabajó en Europa, donde tuve un hijo con una mujer alemana. Pero no es cierto que solo tuviese un hermano, o que su madre fuese italiana o que le llamasen Ciccio. Y así podríamos estar con cada dato y cada relato, lo que es absurdo. Más interesante me parece disfrutar del juego que establece Chico Buarque entre verdad y ficción con su propia vida, familia y el contexto, así como el juego mismo con el género. Encadena hechos reales de su vida y elementos de ficción en una armonía que, precisamente, causa estupor a muchos quienes, de pronto, se sienten engañados porque no saben distinguir lo cierto de la ficción (para ellos, lo falso). No duda en ubicarnos ante el ascenso del nazismo y las leyes raciales, o ante el golpe militar en Brasil y presentar testimonio verídico de ello. Incluso aporta al entramado “pruebas documentales”: certificados, cartas, fotografías, archivo sonoro… el material propio de un trabajo documentado, de un texto científico, de un análisis de la realidad histórica y biográfica, que viene de la parte real y que contaminan de verdad a la parte ficcionada. Esto me hacía recordar a Pessoa y su máxima capital: O poeta é um fingidor:

O poeta é um fingidor.
Finge tão completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.

E os que lêem o que escreve,
na dor lida sentem bem,
não as duas que ele teve,
mas só a que eles não têm.

E assim nas calhas de roda
gira, a entreter a razão,
esse comboio de corda
que se chama coração
El poeta es un fingidor
Y finge tan completamente
Que llega a fingir que es dolor
El dolor que de veras siente.  

Y los que leen lo que escribe
En el dolor leído también sienten,
No los dos que él tuvo
Sino solo el que ellos no tienen.  

Y así sobre los rieles
rueda, entretenida la razón,
el tren serpenteante
que se llama corazón.

La novela El hermano alemán [O irmão alemão] cumple a la perfección los versos del lisboeta. ¿Quién no ha imaginado otra historia de sí mismo? ¿Quién no ha fingido? Si hasta los recuerdos que creemos más fieles a nuestra vida son, muchas veces, una imaginativa construcción sobre la realidad con la que se funde. La autoficción no es más que aceptar esto último, tomar conciencia y emplearlo como materia literaria.

Lo más llamativo del caso: sucede en esta novela que mucho de lo que mayor realidad aparenta es en su mayor parte ficción, y que aquello que de primeras tomaríamos por invención, resulta ser real. El pretexto de la novela, que perfectamente podría sonar irreal, que Chico Buarque tuviese un hermano alemán, es, sin embargo, cierto. En cambio, hechos que de tan íntimos o personales uno lo tomaría por ciertos, como que su madre fuese italiana o que tuviese un único hermano y que este fuese un tarambana mujeriego, no son verdad. Nos resultan más ciertos porque quién va a inventarse a su propia familia, a su misma madre, en una obra basada en su vida.

También sucede algo sorprendente con el contexto. Si asumimos que estamos ante una autobiografía en la que Chico Buarque es el protagonista narrador, ¿acaso no choca la fría objetividad con que trata la realidad social y política? Los acontecimientos del golpe militar acontecen alrededor del protagonista, que apenas les otorga importancia más que cuando se cruzan en su camino o le tocan de cerca. Le resultan hechos predecibles:

Festas entravam pela madrugada até as vésperas de 31 de março de 1964, quando os militares tomaram o poder. Mas os acontecimentos eram bastante previsíveis, mesmo para quem como eu não tinha o costume de ler o noticiário

[Las fiestas se prolongaron hasta la madrugada, hasta la víspera del 31 de marzo de 1964, cuando los militares tomaron el poder. Pero los acontecimientos eran bastante predecibles, incluso para quienes, como yo, no tenían la costumbre de leer las noticias].

La unión del protagonista a movimientos protesta no se describe como fruto de ningún compromiso político, sino por gusto:

E eu que não era de carregar faixas, ou de fazer coro a palavras de ordem, eu que na verdade nunca fui muito de andar em grupo, acabei tomando gosto por esses eventos

[Y yo, que no era de los que llevaban pancartas, ni de los que coreaban eslóganes, yo, que en realidad nunca fui muy de ir en grupo, acabé cogiéndole el gusto a estos eventos].

No sería lo esperado de una autobiografía, y menos en el caso de Chico Buarque. Curiosamente, todo lector percibirá que ese segundo plano, no obstante, está recibiendo, en realidad, el foco de atención preciso. Chico Buarque sabe que escribe una novela y no se desvía, logra un equilibro perfecto entre forma y fondo en estas páginas.

Brasil y el momento histórico son la envoltura o circunstancia en que se desarrolla una particular historia detectivesca. He dicho, sí, detectivesca. Porque estamos ante una novela no ante una autobiografía, y una de detectives, de suspense y misterio: se nos narra cómo el protagonista descubre por casualidad en una carta oculta que su padre tuvo un hijo cuando por trabajo estuvo destinado en Alemania, y se pone a investigar tirando del hilo. En este punto, del pequeño mundo de Ciccio va poco a poco agrandándose, va abriéndose al estar las pistas siempre a la mano en casualidades que se vuelven causalidades: el encuentro casual de la carta es la causa de la que se siguen el resto de acontecimientos, que incluyen a otras personas que pueden traducir, a otros que llegaron de Europa, a otros hijos, otros modos de ser, a taxistas en Berlín, música, los sucesos de otras épocas… todo va interconectándose espacial y temporalmente.

Fuente: Clarín

Mucho de lo que estoy subrayando tiene su razón de ser en la técnica misma de composición de la novela. Como he dicho, es una novela autoficcional, por lo que el protagonista es nuestra voz narrativa en primera persona, lo que justifica que el estilo indirecto libre domina la novela. Este narrador autodiegético relata en muchas ocasiones los sucesos empleando el futuro y oraciones condicionales, e incluso llega a narrar especulaciones propias que nunca fueron hechos, ni reales ni imaginados, o que directamente ignora. El futuro, que en principio se nos presenta como un tiempo verbal para la premonición o lo incierto, es decir, con un valor de probabilidad aquí se emplea también con un valor histórico, esto es, para afirmar un hecho seguro y ya dado. El narrador no se sitúa en estos casos por delante de la acción, relatando hechos pasados o presentes, sino que se sitúa por detrás de las acciones:

Pareço adivinhar que logo mais, ao ouvir meus passos na sala de entrada, mamãe se debruçará no guarda-corpo da escada e me dirá para subir depressa: súbito!, súbito! Vai arregalar seus olhos verde-garrafa, ligeiramente vesga como jamais a vi, e cairá no choro: è morto!, tuo papà è morto! Chorará ao me dar a notícia talvez muito mais do que se a recebesse, pegará a tatear minha cara feito uma cega. Então a estreitarei em silêncio contra o peito e beijarei seguidamente sua cabeça. Quando eu a embalar de leve, ela por instantes vai se distrair, para recobrar o pranto no arranco da própria voz: tuo papà, figliolo!, è finito!

[Me parece adivinar que pronto, cuando oiga mis pasos en el pasillo, se inclinará sobre la barandilla de la escalera y me dirá que me dé prisa: ¡Súbito! ¡Súbito! Abrirá sus ojos verde botella, ligeramente bizcos como nunca la había visto antes, y llorará: è morto, tuo papà è morto! Llorará cuando me dé la noticia, quizás mucho más que si la hubiera recibido, me manoteará la cara como una ciega. Entonces la estrecharé silenciosamente contra mi pecho y le besaré la cabeza. ¡Cuando la acune suavemente, se distraerá por un momento, para recuperar las lágrimas al oír su propia voz: tuo papà, figliolo, è finito!]

Por ejemplo, a continuación usa el condicional para la imaginación de un hecho no sucedido y cierra con el presente que nos devuelve al relato principal:

Na lista telefônica da capital paulista constava um Hollander Sergio de, mas antes de discar 518776 ele relutaria bastante, pois o diálogo se anunciava duro. O telefone de casa tocaria enfim, e daquela língua estranha mamãe só poderia entender o nome repetido do outro lado da linha: Sergio de Hollander! Sergio de Hollander! Passaria o aparelho ao meu pai, que num primeiro momento perderia a voz, depois embatucaria no idioma enferrujado, depois ficaria com os olhos úmidos, e nesse meio-tempo mamãe já teria compreendido tudo e choraria também. E na certa se ofereceria para preparar uma lasanha em casa, onde o enteado seria acolhido como um filho, se fosse o caso o hospedaria por uns tempos no quarto de um dos meios-irmãos. Pelo bem do jovem, mamãe seria mesmo capaz de mandar vir de Berlim a própria Anne, que talvez passasse necessidades num país ainda afetado pela guerra. E moraríamos todos respeitosamente sob o mesmo teto, mas um intervalo no espetáculo e os aplausos do público interrompem o fluxo do meu pensamento.

En la guía telefónica de São Paulo había un Sergio de Hollander, pero antes de marcar el 518776 se mostraría muy reticente, porque el diálogo iba a ser duro. Por fin sonaría el teléfono de casa, y de aquel extraño idioma mamá solo podría entender el nombre que se repetía al otro lado de la línea: ¡Sergio de Hollander! ¡Sergio de Hollander! Le pasaría el auricular a mi padre, que al principio se quedaría sin voz, luego tartamudearía en el oxidado idioma, después se le humedecerían los ojos, y mientras tanto mi madre lo habría entendido todo y también lloraría. Y seguramente se ofrecería a preparar una lasaña en casa, donde el hijastro sería acogido como un hijo, y si fuera necesario lo hospedaría durante un tiempo en la habitación de uno de los hermanastros. Por el bien del joven, mamá incluso enviaría a buscar a la propia Ana a Berlín, que podría estar necesitada en un país aún afectado por la guerra. Y todos viviríamos respetuosamente bajo el mismo techo, pero un intermedio en el espectáculo y los aplausos del público interrumpen el flujo de mis pensamientos].

Esto le permite introducir, a su vez, ese escenario de probabilidad, de especulación, sobre el acontecimiento ignorado aunque ya ocurrido, lo que siembra más ficción sobre el hecho y su verdad. Pongo por caso la adopción de su hermano alemán por una pareja (la familia Günther): ignora si acabaron por adoptarlo o si, por el contrario, teniendo en cuenta las leyes raciales y que su padre Sergio no había podido reunir todos los documentos que confirmasen la ascendencia no judía, habían rechazado su adopción antes de que Sergio de Hollander apareciese. Imagina, por tanto, como habría ocurrido lo que posteriormente sabemos que no ocurrió así:

parece mais razoável que nesse meio-tempo os Günther devolvessem meu irmão ao asilo, em troca de algum órfão com pedigree comprovado. E mal se lembrariam do brasileirinho quando meu pai batesse à porta e se identificasse como Sergio de Hollander, natural do Brasil, América do Sul. Mas seriam corteses, lhe ofereceriam uma cadeira, lhe serviriam um café aguado e não esconderiam o orgulho ao lhe apresentarem o herdeiro, um garoto de traços finos, loiro e de olhos azuis

[parece más razonable que mientras tanto la familia Günther devolviera a mi hermano al orfanato, a cambio de algún huérfano con pedigrí probado. Y apenas se acordarían del pequeño brasileño cuando mi padre llamara a la puerta y se identificara como Sergio de Hollander, natural de Brasil, de Sudamérica. Pero serían corteses, le ofrecerían una silla, le servirían un café aguado y no ocultarían su orgullo al presentarle a su heredero, un niño de rasgos finos, pelo rubio y ojos azules]

Estos usos de los tiempos verbales de futuro y condicional, o de modo subjuntivo, se alternan con los más habituales de pasado y presente de indicativo de una forma por completo armoniosa, para narrar la historia que se divide en dos épocas respecto del narrador: el pasado de su padre en Alemania y el presente del Ciccio en Brasil. El tiempo de la historia y el tiempo del discurso narrativo se conjugan a la perfección y esto juega a favor del ritmo a la hora de narrar. Y cuando digo ritmo lo digo en un sentido análogo al de Cortázar: «una prosa que acepta y que busca incluso darse con esa obediencia profunda a un ritmo, a un latido, a una palpitación que nada tiene que ver con la sintaxis (…) cumple una doble función que no siempre se advierte: la primera es su función específica en la prosa literaria (transmite un contenido, relata una historia, muestra una situación) pero junto con eso está creando un contacto especial que el lector puede no sospechar pero que está despertando en él esa misma cosa quizá ancestral, ese mismo sentido del ritmo que tenemos todos y que nos lleva a aceptar ciertos movimientos, ciertas fuerzas y ciertos latidos. (…) Una prosa musical, tal como yo la entiendo, es una prosa que transmite su contenido perfectamente bien (no tiene por qué no transmitirlo, no sufre en absoluto teniendo esos valores musicales) pero además establece otro tipo de contacto con el lector. El lector la recibe por lo que contiene como mensaje y además por el efecto de tipo intuitivo que produce en él y que ya nada tiene que ver con el contenido: se basa en cadencias internas, en obediencias a ciertos ritmos profundos» (Clases de literatura. 5a clase: Musicalidad y humor en la literatura).

En cuanto a los personajes, podríamos extendernos largamente. Solo me detendré en un aspecto que me parece común a todos ellos y que aporta más al conjunto de la obra. El lector se va a encontrar con un problema de identidades a lo largo de las páginas. No hay personaje que no reciba dos y tres nombres distintos, ya sea por sobrenombres, por suposición o porque se los cambian a propósito: Thelonius, que antes se llamaba Montgomery, se convierte en Ariosto; Domingos, el hermano de Ciccio, es Mimmo; Sergio Ernst es también Sergio Günther y Horst Günther; Heinz Bogart es también «Henri Borgart, Bogart, Baugard, Breaugard»… Acaso sea una sencilla manera de mostrar una realidad compleja y es que cada identidad se abre en prisma dentro de la sociedad, que somos cada uno un otro desdoblado para cada otro según qué nos relacione (familia, trabajo, vecindad, amistad…), contagiados todos los personajes del primer problema de identidad que aqueja al desconocido hermano alemán.

Para finalizar, me parece de suma importancia señalar un elemento simbólico de tono mágico y metaliterario. Sergio de Hollander, padre de Ciccio, posee una biblioteca descomunal, que ocupa toda la casa, hasta el punto de darse la hipérbole:

Até então, para mim, paredes eram feitas de livros, sem o seu suporte desabariam casas como a minha, que até no banheiro e na cozinha tinha estantes do teto ao chão.

[Hasta entonces, para mí, las paredes estaban hechas de libros, sin cuyo apoyo las casas como la mía se derrumbarían; e incluso en el baño y en la cocina había estanterías de libros del techo al suelo]

El protagonista vive en una gran biblioteca, atesorada por el padre. Casi cualquier obra en cualquier idioma en cualquier edición parece ser posible localizarla allí. Es a la vez el tesoro y la representación del orden que mantiene la madre; es el símbolo de la presencia del padre para Ciccio, quien se relaciona más con los libros y los estantes, que con su propio padre. Es también en la biblioteca, dentro del libro La rama dorada, donde encuentra la carta que desencadena todo el misterio del hermano alemán: un libro sobre la magia y los mitos da a luz el leitmotiv de la novela; y precisamente, porque sabemos que no fuera así como Chico se enteró en realidad de la existencia del hermano alemán (en realidad se lo contó el poeta Manuel Bandeira) es por lo que ese hecho fortuito ficcionado en la novela cobra mayor relevancia, no es cualquier libro, lo ha seleccionado para convocar este sentido mágico y maravilloso.

Pero además, la biblioteca paterna es también la puerta de entrada de la intertextualidad, del diálogo con otras obras, que van surgiendo a lo largo de la novela de Buarque: La comedia del arte, Guerra y Paz, obras de Gogol (primera palabra que Ciccio reconoce haber leído), la Educación sentimental de Flaubert, los textos sagrados de las tres grandes religiones, Pessoa, libros de filosofía política de Marx, Engels, Trotsky, Gramsci. Constantemente somos interpelados por esa babélica biblioteca (¿borgiana) que parece indicar un camino literario e intelectual del autor mismo. En un punto de la novela, se destaca la presencia de Kafka, en uno de los pocos diálogos entre padre e hijo. Cada una de las menciones se asocia al punto de la narración y va vertebrando los sucesos hasta el punto culminante en que nuestro protagonista, ya adulto, viene a convertirse en profesor de literatura.

Esto último, anecdótico en cualquier libro, es un guiño del propio Buarque a su lector, que lleva toda la novela pensando que Ciccio es Chico y de pronto se topa con la siguiente afirmación del protagonista, Pessoa mediante:

Perdão, madame, como a senhora pode ver meu forte não é a música, mas a literatura. Mostro meu livro a uma distância prudente, com receio de que Anne o queira manusear, mas ela me serve um copo com água da torneira e não parece interessada em Fernando Pessoa.

[Disculpe, madame, como la señora puede ver mi fuerte no es la música sino la literatura. Le muestro mi libro a una distancia prudencial, temiendo que Ana quiera manosearlo, pero me sirve un vaso de agua del grifo y no parece interesada en Fernando Pessoa]

Por ahí andaba mi despiste al principio de todo. El propio Chico se desdobla en aquel músico y en este literato. Y por entonces yo no sabía nada de ello, y ya andaba confundido en la autoficción de Chico Buarque de Hollanda y Ciccio de Hollander. ¿Debía leerlo? Sin duda. Ahora que lo pienso, no es algo imperativo, era una especie de destino. Tales Jaloretto me había calado bien y, casi como un sastre a ojo sabe dar con el traje y la talla para el cliente, él dio con el autor brasileño que a ojo de buen cubero me iba como un guante. Ahora se lo diré yo a ustedes: deben leer a Chico Buarque.

Héctor Martínez