MACHISMO Y FEMINISMO… ¿ANTÓNIMOS? SÍ PERO NO

Imagem de Esa Riutta por Pixabay

De nuevo me encuentro ante una discusión lingüística a costa de ciertas cegueras ideológicas de uno y otro lado que ocultan a la vista las cosas mediante una enorme máscara de terquedad. El hecho: una actriz y un torero se enzarzan en Twitter y la actriz afirma y zanja: «machismo y feminismo no son antónimos». Y siendo sinceros, entiendo lo que quiere decir, y hay parte de razón, pero esto no quita para que no sea del todo cierta su afirmación.

Hay, respecto de la antonimia, un común acuerdo en el desacuerdo. Sucede que esta relación semántica está definida de forma muy imprecisa y ambigua, y apenas ha recibido atención, quedando en un plano secundario. Para acotar el término, es tradicional que se tome, de forma restrictiva, el significante y su lexema, más que el significado asociado, lo cual, como vamos a ver, tiene sus problemas; además, si bien en las definiciones se expresa una diferencia entre contario y opuesto que amplía la posibilidad de la antonimia, esta diferencia queda desdibujada en la práctica.

Es cierto que hay matices claros entre el lexema mach- y el lexema femen-, y que si trazamos una rigurosa relación léxica, el lexema contrario a mach- habría de ser hembr- y el de femen- sería mascul-. Pero se discute el que se pueda hablar de hembrismo o de masculinismo. También es cierto que esta rigurosidad léxica salta por los aires desde el propio feminismo cuando describe e identifica en ocasiones lo masculino como machismo, mezclando los lexemas. Incluso la gramática toma por opuestos los géneros gramaticales (femenino y masculino). Ahora bien, la oposición no tiene por qué partir del significante y el lexema: aquí hablamos fundamentalmente del significado (semema como concepto mental asociado al significante a partir del conjunto de semas) de la palabra, no del significante y su lexema (raíz etimológica de la que procede que indica el significado común a la familia). Aunque existe la antonimia morfológica, es decir, anteponer a un lexema un prefijo negador (moral e inmoral), la antonimia a la que refiere nuestro caso es léxica: cambiamos el lexema. Piensen que si solo nos quedásemos en el lexema a la hora de trabajar con la semántica, el significado de feminismo solo sería relativo a la fémina o lo femenino, y no incluiría en su significado o semema semas como la igualdad.

La antonimia es la relación semántica por la que significantes distintos poseen significados contrarios u opuestos. La clave está en esto último: la diferencia que hay entre contrariedad y oposición de los significados. En efecto, es cierto que dos palabras son antónimas cuando significan lo contrario en absoluto, se oponen en todos sus semas. Así lo son los adjetivos vivo y muerto, sin que exista la posibilidad de que ambos se apliquen a una misma realidad sin contradicción (dejaremos para otro momento la paradójica existencia de los muertos vivientes). Son incompatibles entre sí y pueden suponer relación de exclusión y oposición absolutas.

Este tipo de antónimos son los que todo el mundo conoce y al que muchos reducen toda relación antónima. Se les llama antónimos complementarios, excluyentes o absolutos, dado que uno significa lo que el otro niega en su propio significado (sumar y restar), la negación de uno implica la afirmación del otro (provisional y definitivo), o expresan ideas contrarias (sano y enfermo). Son la cara y la cruz.

Sin embargo, la antonimia también puede ser el canto de la moneda: no solo abarca la contradicción de extremos, sino también su reciprocidad e incluso su gradación. Existe lo que se llama antónimos recíprocos, esto es, palabras cuyo significado, siendo opuesto, sin embargo las coimplica. Pueden darse, y de hecho suelen darse, en el mismo contexto. Ocurre así entre dar y recibir, entre comprar y vender, entre enseñar y aprender. No se vende si no se compra, no se recibe si no se da, y no se enseña si no se aprende; y viceversa. También existe la antonimia gradual, la cual supone que existe una gradación en la relación de antonimia, es decir, hay palabras con significados intermedios. Es, de hecho, lo que sucede entre frío y calor cuyo significado admite también la oposición con templado, helado, tibio, gélido… Hay, por ello, una antonimia relativa, que muestra oposición de algunos semas que conforman el significado, pero no de todo el semema.

Como se comprueba, la antonimia no solo indica significados «extremos opuestos», sino también reciprocidad o significados intermedios y relativos. Como la sinonimia, la antonimia absoluta es algo extraño en nuestra lengua: lo habitual es que la relación semántica dependa del contexto, las acepciones en que son usados los términos por los hablantes y las connotaciones que añadamos a los términos. Es decir, que resulta importante el efecto de la polisemia dentro de la antonimia, de manera que puede suceder que dos voces sean antónimos solo en unas acepciones y contextos concretos, no así en el resto de sus acepciones y significaciones.

Cuando tomamos el diccionario en la mano y contemplamos el significado de machismo y feminismo en las acepciones 1 y 2 del primero y la acepción 1 del segundo salta a la vista su oposición: el primero afirma la prevalencia y prepotencia del varón sobre la mujer mientras que el segundo refiere un principio de igualdad entre varón y mujer. Es decir, el segundo niega al primero en alguno de sus semas, y, por equivalencia, son tan antónimos como las palabras que usamos para definir a cada uno en dichas acepciones: prevalencia, prepotencia e igualdad.

Desde el punto de vista semántico, que es a lo que la antonimia apunta, es incontestable que son antónimos en alguna acepción y en algún contexto: es obvio que no existe problema en decir que «el feminismo se opone al machismo, pues opone el principio de igualdad a la prevalencia del varón sobre la mujer»; o, por ejemplo, «no puedo ser machista si soy feminista» estableciendo la misma relación significativa que en «no puedo estar muerto si estoy vivo».

¿Cuál es el problema, entonces? ¿Por qué tanta gente lo niega? ¿Por qué Fundéu también lo niega? Simplemente porque creen, erróneamente: primero, que no hay relación entre los lexemas (como señalé al comienzo), y que, por tanto, no son equiparables, lo que siendo cierto superficialmente, no afecta a la relación semántica; segundo, creen que para ser antónimos, feminismo debería significar «prevalencia de la mujer», es decir, que sea absolutamente contrario en todos sus semas a machismo, algo que como hemos visto, no es necesario para que exista la relación de antonimia (aquí, en mi humilde opinión Fundéu, patina al identificar antonimia exclusivamente con la contrariedad absoluta); tercero, obvian la acepción 1 y solo tienen en consideración la acepción 2 de feminismo, esto es, como «movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo». Evidentemente, esta acepción no es antónima de machismo en tanto en cuanto no son equiparables: este último no es un movimiento que luche por principio alguno, sino una «actitud» y una «forma de sexismo». Pero esto es exactamente igual que la antonimia existente entre «lleno» y «vacío», por ejemplo, que no será tal cuando el primero refiera a significados en el terreno de la heráldica o lo marítimo o el segundo se refiera a la física, a la danza o a la anatomía.

La antonimia no establece necesariamente que algo signifique lo mismo pero por el extremo contrario. No implica una oposición en todas las acepciones. La antonimia no es solo una mera inversión total del significado que no atienda a nada otro. Creo que todos entendemos desde el propio diccionario, como nos recuerdan constantemente, que el feminismo se define por el principio de igualdad, lo cual se opone a toda forma de prevalencia. Si existiese la palabra hembrismo, el feminismo también se le opondría. Otra cosa es que bajo los ropajes del feminismo se oigan salidas de tono que nada tienen que ver con esa igualdad, que incluso la conculcan, que asustan por el blanqueamiento de la misandria y los mensajes de odio, y que cabrían bajo la denominación hembrismo, equiparable al machismo. Será el propio feminismo el que deba ocuparse de depurar esas voces que tiran hacia el otro lado de la tortilla, si no quiere terminar devorado por el otro extremo, del que también es antónimo.

Héctor Martínez