«FRANCESCA ALINOVI. EN SU RECUERDO», A. COLANINNO Y G. R. MANZONI

Lo reconozco. Nada sabía acerca de la vida, la trayectoria y el trágico final de la protagonista de esta historia, la investigadora, ensayista y crítica de arte Francesca Alinovi. Y cuando Antonella Colaninno me envió un ejemplar de su homenaje en recuerdo de Alinovi, busqué cuanta información pude para saber en qué terreno me movía. Para mi sorpresa, por la red encontraba, sobre todo, información sobre su asesinato, un crimen que conmocionó a Italia por la juventud de la víctima, el ensañamiento contra su vida, y un halo de misterio con que se cubrió el DAMS de Bolonia por otros crímenes en que se vio envuelto. Esta información no me decía quién fue Francesca Alinovi, nada acerca de su legado y testimonio de una época tan convulsa artísticamente hablando, en todas las disciplinas. Su muerte había devorado, biográficamente, su vida, la había opacado desde un sensacionalismo morboso, algo que la propia Antonella Colaninno confirma nada más abrir su Francesca Alinovi. In suo ricordo (Di Felice Edizioni, 2017): «Se ha hablado mucho de la crítica de arte Francesca Alinovi y la trágica historia de su muerte, pero se ha escrito muy poco sobre ella».

En efecto, este pequeño libro es un homenaje en recuerdo de Alinovi. En recuerdo de su labor, su trayectoria, un homenaje a su vida. Un libro en el que se cede las páginas centrales y se da voz a la misma homenajeada reproduciendo su Manifiesto del Enfatismo y ochenta pensamientos de la crítica y que se cierra con el saber artístico de un amigo de Francesca Alinovi, Gian Ruggero Manzoni.

Francesca Alinovi fue una joven promesa cuya vida se vio cercenada en el momento en que empezaba a brillar y a abrir las fronteras del estudio y la crítica de arte. A caballo entre los 70s y comienzo de los 80s, Alinovi se movía con un pie entre Nueva York y Bolonia, el Lower East Side y el Bronx neoyorquinos y el DAMS boloñés, admirada de las expresiones artísticas del grafiti así como de la llamada New Wave. Fue, de hecho, de las primeras y más jóvenes voces con autoridad e instinto para colocar el arte callejero, y de protesta, las rebeldes pintadas en los vagones del metro que recorrían la City, a la misma altura del arte expuesto en galerías: «Francesca debe considerarse la memoria siempre viva de los acontecimientos y las ideas maduradas en ese período, considerado por algunos como la época de la vitalidad de lo negativo, pero que, en mi opinión, lleva en sí el signo de un profundo cambio cultural, a través del cual la sociedad de expresión se ha proyectado, con resultados todavía evidentes, en el futuro que todavía estamos viviendo», afirma Colaninno, cuyo esfuerzo por presentar la figura completa de Alinovi es notable: una mujer decidida y abierta a toda forma artística y expresión estética viniese de quien viniese o se hallase donde se hallara.

Francesca Alinovi
Foto del libro Il mistero di via del riccio (1984, Aniballi), de Roberto Canditi

Gracias a Alinovi, nombres como Haring o Basquiat empiezan a conocerse en Europa, al traer toda su vivencia estadounidense a Italia, y con ellos, las formas de expresión del grafiti como un arte colectivo, espontáneo, efímero, que veía como expresión vanguardista y que pudo captar, cámara fotográfica en mano, y de las que se pudo empapar por el Nueva York menos turístico. Y es que, en aquel tiempo de explosiva creatividad en todo ámbito, tiempo en que se derribaron fronteras artísticas, incluso los muros que separaban cada disciplina, y más aún, parecía derrotarse el elitismo creativo, el ojo crítico de Alinovi encontró una auténtica mina de oro: «Para Francesca el arte viajaba en la misma longitud de onda, no había ninguna forma de arte que fuera más noble que las demás, por lo que se movía entre el diseño, el cine experimental, la poesía, la moda, el teatro y el espectáculo, y para ella no había ninguna nación o realidad territorial que prevaleciera sobre las demás en el campo creativo».

Sí, eran tiempos de cambios muy radicales, vaivenes continuos que agitaban la escena una y otra vez, y donde música, escenografía, moda e imagen colisionaron y se fundieron dentro del espacio de la cultura de masas: es la época de un efímero, contundente y contestatario punk, los tiempos de un Bowie desatado, el descubrimiento de la Performance, del arte fotográfico e incluso el renacer artístico del cómic, todo ello objeto de atención de Alinovi: «Ella buscaba lo absoluto y la verdad, por lo tanto un nuevo Grial para poner en el altar de la era postmoderna», una era de auténtica encrucijada y suelo resbaladizo, entre la espada de la inteligencia y la academia y la pared de la emoción y la sensibilidad.

Colaninno no duda en afirmar que «Francesca dio voz a la cultura que marcó toda una época y que representó, a finales del siglo pasado, el sueño roto de una generación que creía en el valor subversivo del conocimiento y del arte, así como en aquellos ideales formados en el post 68, que luego, lamentablemente, darían paso, con el advenimiento de las nuevas décadas, al mito del consumismo y a la primacía de la imagen sobre todo lo demás».

En algunos pasajes Colaninno da voz a Gian Ruggero Manzoni, para prestar testimonio directo, vivo y carnal sobre quién era Francesca Alinovi, de quien recojo una frase sencilla pero que creo encuadra perfectamente lo que el lector curioso ha de encontrar en este libro-homenaje: «Era hermosa y tenía un gran componente erótico-sensual. Era una mujer que se hacía notar  (…) Era una mujer muy inquieta, frenética y vibrante. Se interesaba por todo».

Me alegra saber que con libros como este Francesca Alinovi. In suo ricordo, para aquellos que como yo desconocíamos todo sobre ella se repare un olvido, o mejor dicho, se recupere una figura de talla para el mundo y la historia del arte del siglo XX, liberándose del mero morbo de la crónica de sucesos.

Héctor Martínez